De la nieve y el asfalto

El Jueves no tenía más remedio que subir a Penyagolosa, una no sabe cómo va ser el invierno, y si hay nieve, hay que subir. Y eso que Rubens se hace bastante el remolón y habla algo de bicicletas...Hoy no es día de bicicleta, es día de excursión invernal.

Llegamos tan tarde a Vistabella que ya había ganas de comer, con el ermitorio cerrado, paramos en el asador que hay frente a la fuente. Buena comida mirando como se cierra el tiempo. ¿porteu cadenes? Buf, cuando lo pregunta un local...

Con el coche aparcado donde empezaba a haber hielo, comenzamos a pasear y el paseo dura hasta que comienza a chispear. La estampa es preciosa, como siempre.

Viernes, sábado...lalala, excusas varias, unas reales, otras no. Tan reales como ese gol en el minuto 94.

El domingo estaba a puntito de acabarse y nos las habíamos arreglado para no hacer nada deportivamente hablando. Tras la victoria de Hamilton, nos ponemos en marcha: Un grao. Y ese grao de ida y vuelta, más Lidón con su fuente y algo de general,  a un ritmo muy cómodo pero apretando en los dos últimos, fueron docemil trescientos metros, para una hora y cuarto de movimiento.

El Lunes era el lunes previo a la media. A la media maratón de Castellón, y eso es algo que quizá debiera inquietarme. O preocuparme. Pero los nervios parece ser que sólo aparecen cuando uno tiene algo que perder. Y como yo este año no he preparado nada, salgo sin demasiada fe y con el único objetivo de correr por Castellón  y formar un poco de atasco a los domingueros. Así que el lunes previo no debía suponer un gran trauma. Salgo de casa como de costumbre y me encuentro a Irene, rápida y abrigada, picada con su strujarunner. Se acabó el pique. Me habla del Ron Pálido-trail en un grao de ida y un grao de venida. ¿alargamos? Tengo que  irme a trabajar, no puedo... así que a los once kilómetros, hora cuatro, nos despedimos.