12 de septiembre de 2011

TMBIII: del Refugio Elisabetta al Refugio Elena

Salimos del Refugio con una leve lluvia, y con Roma, vestida para la ocasión, siendo el centro de atención de todas las miradas. Desde la terraza, podía verse todo aquel valle que podía ser un resumen -algo austero- de lo que habíamos venido a buscar: montaña.
Amplitud, quizá. Comenzamos el descenso y, de pronto, nos dimos cuenta de
que quizá estuviéramos viendo algo que no volveríamos a ver nunca, y es que el arcoíris rodeaba el refugio, apareciendo entre las montañas, sobre el glaciar que se hacía cascada, entre la niebla. En ese momento una no tiene más remedio que parar y observar, y acto seguido fotografiar una y otra vez, para intentar compartirlo en ese mismo instante, o en otro. Aunque allí bien que lo compartíamos con los que, poco a poco, iban emprendiendo su marcha diaria. Uno tras otro se paraban y exclamaban lo que fuera en su idioma.

El Lac Combal me resulta algo decepcionante, no sé si está seco o es que es simplemente eso.
Luego, siguiendo primero una faja, y más tarde una pista, llegamos al Col Chécrouit, que resultó ser parte, por lo visto, de unas pistas de esquí con teleférico y todo. Allí discutimos si hacia allá o hacia acá y finalmente tomamos la senda que indicaba "Dolonne", ya que indicaba nuestro estupendo mapa ( consejo de Manoli, qué buena elección) que Dolonne estaba justo antes de Courmayeur.
El descenso fue rápido, en un zig zag bastante violento que bajaba una ladera muy empinada. De ahí que haya un teleférico para salvarla.
En Courmayeur conocimos a la versión italiana de mi vecina, la que habla con el gato y me asegura que mi gato no mira como gato sino como persona. Descanso tranquilo, y continuamos, que debemos remediar un poco el escaqueo de la etapa del día anterior.
La salida de Courmayeur me parece una cosa infernalmente dura, no me cabe en la cabeza tener que afrontar semejante subida por carretera en aquel punto del UTMB, y tampoco que sea el comienzo de una carrera de 98 km. En estos pensamientos estábamos cuando llegamos a la senda que nos desviaría al Refugio Bertone: hemos subido desde los 1350m a los 2000 en tres kilómetros, tres. A unos dos y pico kilómetros por hora, no puede decirse que nos estemos matando por recuperar el tiempo perdido. De hecho me parece que el tiempo por allá arriba nunca es perdido.
Tras el Bertone, seguimos por una faja que, sobre la misma curva de nivel, nos conduce hasta el Refugio Bonatti. Bonatti de Walter Bonatti, que lo inauguró y que fallecía este mismo septiembre.
Seguimos contentos, eufóricos por la maravillosa sensación que nos regala estar tanto tiempo andando a dosmil metros, con un cielo claro y azul, cruzando pequeñas cascadas por un sendero más cómodo de lo que una podía desear.

Creo que bajar allá, porque ese barranco es infranqueable.
No creo
Que sí
Que no creo
Pues era que sí, Arnouva estaba 200 metros más abajo, a un kilómetro de allí, lo que quería decir que teníamos que bajar para volver a subir hasta los 2000 metros en el kilómetro siguiente.
¡¡gruñ grun gruñ!! dijo ella.
¡¡GRUÑ GRUÑ GRUÑ!! respondió él, airado.
Y entre gruñidos alcanzamos de nuevo los dosmil metros, y con ellos, nuestro Refugio Elena y fin de etapa.

38,5 kilómetros. Casi once horas que incluye una larguísima parada en Courmayeur. +2333m, -2367m.

3 comentarios:

Genín dijo...

Que paisajes mas bonitos, especialmente el valle, y claro las fotos son preciosas...
Salud y besitos

sinsuela dijo...

Que fotos más bonitas :)
y que poca justicia hacen siempre a lo que realmente vemos...
Por cierto, y ese color rosa?

Pobre animalito, no me extraña que le miraran con esa pinta... jejeje

El ciclofinde bien? A ver esas tasquitas que no fuimos!!! :)

depiedraenpiedra dijo...

gracias chicos.

El color rosa es humedad en la cámara...

un beso!