La vida loca (la Media de Castellón)

Martes. Un día menos para la media. Me meto en una clase de spinning antes de ir a currar. Un nivel dos que es igual que el nivel tres del otro día. Ni más ni menos, con el mismo monitor sosete y la misma canción explícita tras The Wall. ¿cuántas canciones habrá en el mundo?.

El miércoles duermo. Prefiero llegar al domingo con un entrenamiento menos que con falta de sueño. Y el Jueves pescadilla, pero ya se sabe: escaleras, escaleras y escaleras. De todos los tipos y colores. 

Viernes ¿ya?..mareee....¿y el día de calidad cuando era?

Más por no tener remordimientos que por ganas reales, a las doce del día me pongo las zapatillas y salgo un ratito. Pues treinta minutos rapidillos pretendía hacer. Y por el todo a cien ruedo, pensando en tonterías varias y con sensaciones más malas que buenas. Intento apretar, pero no, no hay manera. Así que así sigo. Pillo una rectita de casi un kilómetro, y se me ocurre que esbuena idea hacer idas y vueltas. La primera mal: me duele el talón. Creo que no me había dolido el talón nunca en mi vida. Voy y vengo de nuevo, me sigue doliendo el talón ¿pero esto qué es ahora?. Y de nuevo voy y vengo, esta vez la cosa se va poniendo en su sitio, pero me tengo que ir a casa: conclusión: tardo media hora en empezar a tener buenas sensaciones. Será la edad. 

El sábado, bueno, el sábado era sábado.

Y llegó el domingo. Me despierto pensando en que cuando la media pase por delante de casa, me escaquearé por una esquinita y me iré a dormir. Con estas alegres ideas me visto, me coloco los trastos y salgo pensativa, detrás de un Rubens algo menos preocupado.

La salida es como todas las salidas, pero quizá con más gente. Me coloco junto a Jungla pa aparentar y en cuanto suena el disparo, me pongo mi musiquilla y a mi rollo. ¿y el crono? pues no sé chica, no sé. Pero en el kilómetro 5 me marcaba cuarenta minutos. Imposible. Empiezo a marcar laps, y bueno, la cosa va como toca, entre cinco venticinco y cinco treintaycinco. Mi encargado por Lidón, y el suegro en San Roque. Pero a mi no presiona ni Dios que baje con un cronómetro. Esto es lo que hay.  La Ronda, con suegra incluida, la subo a duras penas, pero misteriosamente me empiezo a encontrar bien en el kilómetro diez: cincuenta y siete. Pues bien, ahora solamente queda una mitad. En la rotonda de Tombatossals por los pelos veo a Rubens y su equipo, corporativos ellos, todos de verde. E Irene y Miguel un pelo por detrás, ahí tan sonrientes. Estos chicos corren la mar de rápido. La mar marina. Saludos varios y vuelta. Ahí vuelve a estar Maria Agustina, y San Roque. Y la Ronda cuesta-arriba vuelve. Y no vuelve sola: vuelve con los suegros. Pues nada, vamos que esto se acaba. Me siento cada vez mejor, voy adelantando a gente que va algo pocha y ya estoy en la Calle Mayor No direction. Vamos vamos. Pero sin pasarse, que luego pasa lo que pasa. Así que voy en mi límite bueno, avanzando por Gobernador y entrando con buen pie en Hermanos Bou. Giramos y pienso en alcanzar a la chica del fondo, que no tiene culpa de nada.
Y, Living la vida loca, entro en meta, con treinta segundos menos que el año pasado, gracias o a pesar del cambio de recorrido.  Hora cincuenta y seis treinta, a cinco treinta y cuatro el mil. 

Menos mal que Jungla vengó mi objetivo perdido.