El lunes, fue el día del cansancio absoluto y el sueño para repartir. Escaleras porque no me quedó otra.
El martes estaba algo menos perjudicada. Escaleras y más escaleras. Otra vez escaleras. Escaleras de gato. Hay días y días...
El miércoles volvían los días buenos, los de hacer lo que uno quiere o puede, o le dejan. Y sólo pensarlo me devolvió las ganas de ponerme a saltar. Hasta que de tanto brinco mental se apoderó de mi una cierta apatía que me devolvió a mi posición inicial: Sigo cansada. Oscar me saca de ella para conducirme hasta la piscina exterior. El agua está más que fría, helada. Pero bueno, ya que estamos.... y entre largos y cortos nos contamos la vida y milagros. Doscientos para calentar, y 3 series de cien. Rápido me coloco la ropa de corredora y salgo algo menos rápido del vestuario. Llego a la calle aún menos rápido. Miro a un lado. Miro al otro lado. Arriba, abajo...pienso. Media vuelta.... Y con un cambio de pantalones ya estoy preparada para ir a Mercadona en la hora que me queda libre.
Tras esa hora, vuelvo a la piscina. Más metros y una pirámide hasta que las patadas y los tropezones consiguen sacarme de mis casillas. Estiramientos en la piscina pequeña y un largo rato de yacuzzi - cotilleante con la Irene más veloz de la contorná. Y mientras charlábamos, incautas, un japonés buceador se acercaba demasiado...sin darse cuenta.... Podríamos animarnos a empezar un microrrelato
¡Jueves! Día de paella en bares y comedores y de excursión para gente a turnos y demás fauna de extraños horarios. Extraños por menos comunes. El UBE Team, sección insensata pasa por casa y nos vamos en el Rubenscar hasta Montanejos. Y allí comienza nuestro paseo, Rubens continúa como coche de apoyo y nosotros cruzamos el Mijares por el puente frente al antiguo refugio de escaladores. Dirección: Artejuela, a la izquierda. Y para qué mirar la distancia o el tiempo que prevee el poste... Desde luego hemos salido bastante alegremente, y no sólo por la disposición, que siempre es buena, sino porque ninguno llevaba claro cuántos kilómetros íbamos a hacer ni que perfil tenían esos kilómetros.
El GR pronto se desvía a a derecha, dejamos la pista y entramos en una senda claramente ascendente. Primera posibilidad de error.
La senda desemboca en una pista clara y cómoda por la que nos decidimos a trotar levemente. Craso error. En el cruce desechamos la opción del campo de tiro y tomamos el otro camino, por él llegamos a la carretera, y en ella...ya no había marcas. Desandar lo andado hasta la última señal. Con los ojos muy abiertos, volvemos. Aparece una marca que antes se había hecho invisible colgada de un árbol, y justo enfrente, una senda no muy evidente con las correspondientes señales: GR. segundo error efectivo.
El senderito en cuestión nos sube para luego dejarnos en la misma carretera donde habíamos acabado hacía un rato. Por carretera y pista seguimos subiendo. Rubens, sí, enseguida llagamos a San vicente, nos queda un ratito. O cómo liarla parda en un momento.
Convencidos de nuestro buen hacer, seguimos a un ritmo que sin ser bueno, nos permitía ver las señales con claridad y charlar a toda hora sin síntomas de aburrimiento.
De pronto llega la primera bajada. No era una bajada de esas para mi odiosas, con piedra suelta y precipios, o piedra suelta a secas. Pero tampoco iba muy segura. Intentando seguir las indicaciones de El Boss, salto depiedraenpiedra agarrándome a toda ramita a la que me llega la mano, da igual lo endeble que pareciera. Estando conseguido llegar viva abajo, después de sortear áboles caidos y plantas enmarañadas, el camino nos conduce, cuesta arriba, hacia la aldea de Artejuela. Y es en ese momento, en el que Oscar, el Boss, se da cuenta de que no estamos tan cerca de San Vicente como pensábamos...
Pero el camino es el que es, y la senda sube sin piedad, y yo empiezo a notar calor. Mucho calor. Nada raro para ser las dos de la tarde. Subo tristemente por la senda y al alcanzar la pista, viendo al Oscar preocupado, le digo que llegue a San Vicente a ver al rubens, que debe hacer una hora y pico que nos espera. Como no hay cobertura, la solución es sólo esa. Y el hombre tira pista arriba corriendo, mientras yo sigo reptando por la pista hasta que, metros más adelante, me desvío nuevamente hacia una senda estrecha en preocupante ascenso. Subo y subo y allá arriba veo pasar corriendo a Oscar...llego a la pista, la cruzo...y sigo subiendo. Me siento las piernas...blanditas. Sin fuerza, tontas...será el calor. Pues la Volta al terme la va a hacer Rita...buff...yo casi que me quedo en San Vicente.... en esto estoy cuando vuelvo a llegar a la pista y me encuentro a Oscar colocando piedrecitas...en fin, que el muchacho ha ido todo el rato por la pista y me ha sacado 800 metros y un rato en lo que yo subía la sendita. Tercer error consumado. Continúamos juntos, yo le escucho y él habla. Definitivamente, no tengo nada de fuerza en las piernas.
Como no hay mal que cien años (ni tres kilómetros) dure, pronto llegamos arriba. Me siento mejor. Y los milagros no ocurren. Recuperamos un ritmo algo más razonable, conseguimos hablar con Rubens y un rato más tarde estamos sentados con una cerveza sin alcohol y un bocata de jamón.
El martes estaba algo menos perjudicada. Escaleras y más escaleras. Otra vez escaleras. Escaleras de gato. Hay días y días...
El miércoles volvían los días buenos, los de hacer lo que uno quiere o puede, o le dejan. Y sólo pensarlo me devolvió las ganas de ponerme a saltar. Hasta que de tanto brinco mental se apoderó de mi una cierta apatía que me devolvió a mi posición inicial: Sigo cansada. Oscar me saca de ella para conducirme hasta la piscina exterior. El agua está más que fría, helada. Pero bueno, ya que estamos.... y entre largos y cortos nos contamos la vida y milagros. Doscientos para calentar, y 3 series de cien. Rápido me coloco la ropa de corredora y salgo algo menos rápido del vestuario. Llego a la calle aún menos rápido. Miro a un lado. Miro al otro lado. Arriba, abajo...pienso. Media vuelta.... Y con un cambio de pantalones ya estoy preparada para ir a Mercadona en la hora que me queda libre.
Tras esa hora, vuelvo a la piscina. Más metros y una pirámide hasta que las patadas y los tropezones consiguen sacarme de mis casillas. Estiramientos en la piscina pequeña y un largo rato de yacuzzi - cotilleante con la Irene más veloz de la contorná. Y mientras charlábamos, incautas, un japonés buceador se acercaba demasiado...sin darse cuenta.... Podríamos animarnos a empezar un microrrelato
¡Jueves! Día de paella en bares y comedores y de excursión para gente a turnos y demás fauna de extraños horarios. Extraños por menos comunes. El UBE Team, sección insensata pasa por casa y nos vamos en el Rubenscar hasta Montanejos. Y allí comienza nuestro paseo, Rubens continúa como coche de apoyo y nosotros cruzamos el Mijares por el puente frente al antiguo refugio de escaladores. Dirección: Artejuela, a la izquierda. Y para qué mirar la distancia o el tiempo que prevee el poste... Desde luego hemos salido bastante alegremente, y no sólo por la disposición, que siempre es buena, sino porque ninguno llevaba claro cuántos kilómetros íbamos a hacer ni que perfil tenían esos kilómetros.
El GR pronto se desvía a a derecha, dejamos la pista y entramos en una senda claramente ascendente. Primera posibilidad de error.
La senda desemboca en una pista clara y cómoda por la que nos decidimos a trotar levemente. Craso error. En el cruce desechamos la opción del campo de tiro y tomamos el otro camino, por él llegamos a la carretera, y en ella...ya no había marcas. Desandar lo andado hasta la última señal. Con los ojos muy abiertos, volvemos. Aparece una marca que antes se había hecho invisible colgada de un árbol, y justo enfrente, una senda no muy evidente con las correspondientes señales: GR. segundo error efectivo.
El senderito en cuestión nos sube para luego dejarnos en la misma carretera donde habíamos acabado hacía un rato. Por carretera y pista seguimos subiendo. Rubens, sí, enseguida llagamos a San vicente, nos queda un ratito. O cómo liarla parda en un momento.
Convencidos de nuestro buen hacer, seguimos a un ritmo que sin ser bueno, nos permitía ver las señales con claridad y charlar a toda hora sin síntomas de aburrimiento.
De pronto llega la primera bajada. No era una bajada de esas para mi odiosas, con piedra suelta y precipios, o piedra suelta a secas. Pero tampoco iba muy segura. Intentando seguir las indicaciones de El Boss, salto depiedraenpiedra agarrándome a toda ramita a la que me llega la mano, da igual lo endeble que pareciera. Estando conseguido llegar viva abajo, después de sortear áboles caidos y plantas enmarañadas, el camino nos conduce, cuesta arriba, hacia la aldea de Artejuela. Y es en ese momento, en el que Oscar, el Boss, se da cuenta de que no estamos tan cerca de San Vicente como pensábamos...
Pero el camino es el que es, y la senda sube sin piedad, y yo empiezo a notar calor. Mucho calor. Nada raro para ser las dos de la tarde. Subo tristemente por la senda y al alcanzar la pista, viendo al Oscar preocupado, le digo que llegue a San Vicente a ver al rubens, que debe hacer una hora y pico que nos espera. Como no hay cobertura, la solución es sólo esa. Y el hombre tira pista arriba corriendo, mientras yo sigo reptando por la pista hasta que, metros más adelante, me desvío nuevamente hacia una senda estrecha en preocupante ascenso. Subo y subo y allá arriba veo pasar corriendo a Oscar...llego a la pista, la cruzo...y sigo subiendo. Me siento las piernas...blanditas. Sin fuerza, tontas...será el calor. Pues la Volta al terme la va a hacer Rita...buff...yo casi que me quedo en San Vicente.... en esto estoy cuando vuelvo a llegar a la pista y me encuentro a Oscar colocando piedrecitas...en fin, que el muchacho ha ido todo el rato por la pista y me ha sacado 800 metros y un rato en lo que yo subía la sendita. Tercer error consumado. Continúamos juntos, yo le escucho y él habla. Definitivamente, no tengo nada de fuerza en las piernas.
Como no hay mal que cien años (ni tres kilómetros) dure, pronto llegamos arriba. Me siento mejor. Y los milagros no ocurren. Recuperamos un ritmo algo más razonable, conseguimos hablar con Rubens y un rato más tarde estamos sentados con una cerveza sin alcohol y un bocata de jamón.
Reemprendemos el camino con fuerzas totalmente renovadas. Me como el mundo. Se nota que lo que queda es en suave ascenso y llaneando. La cuarta pérdida ocurre cuando la senda nos deja en un bancal sin señalizar. Damos unas vueltas, y tras llegar a la conclusión de que no hay señales, lo rodeamos y encontramos una nueva señal más adelante. La pista que seguimos nos deja en la carretera, y charlando como vamos, lo más obvio parace seguirla. Mis palabras son cada vez más espaciadas y al rato de no ver señales, damos nuevamente la vuelta. Esta vez la señal estaba muy muy escondida. Complicado verla. Quinto momento sin señal. La pista retomada nos devuelve a la carretera apenas unos metros más adelante de donde habíamos dado la vuelta. Paciencia. Ya por carretera, y asumiendo estar fuera del GR, seguimos, convencidos de la dirección correcta. Él por si mismo, y yo porque él lo dice. Y efectivamente, auqneu no es la carretera que pensaba, es la dirección correcta. No obstante, me empeño en buscar nuevamente el GR. Y así, perdiendo y encontrando el camino, cruzando la carretera o siguiéndola, pasan los 8 kilómetros hasta la ermita de San Bartolomé.
Aquí el paisaje cambia, se divisa un Penyagolosa cercano, majestuoso y dominante. El camino es algo más pedregoso pero infinitamente más bello. Al fondo del barranco nos encuentra Rubens, y con él continúamos. Quedan menos de cuatro kilómetros que hacemos charlando, trotando a ratos, sacando fotos y dando saltos. La bajada en picado discurre por un pinar típico de la zona, y termina en el Río. Porque no es mentira que Villahermosa tenga río. Ayer, nosotros lo vimos.
Fin de trayecto, no hay tiempo de más. Por hoy. 30 km entre pitos y flautas. El recorrido real tiene 27.
Aquí el paisaje cambia, se divisa un Penyagolosa cercano, majestuoso y dominante. El camino es algo más pedregoso pero infinitamente más bello. Al fondo del barranco nos encuentra Rubens, y con él continúamos. Quedan menos de cuatro kilómetros que hacemos charlando, trotando a ratos, sacando fotos y dando saltos. La bajada en picado discurre por un pinar típico de la zona, y termina en el Río. Porque no es mentira que Villahermosa tenga río. Ayer, nosotros lo vimos.
Fin de trayecto, no hay tiempo de más. Por hoy. 30 km entre pitos y flautas. El recorrido real tiene 27.
1 comentario:
Pues el peloponeso no parece que esté tan lejos.Total, hay sendas que van hasta allí. Hay sendas para ir a todas partes. Es fantástico! No se si os había dado las gracias por todo.
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