Blanco

Qué enero tan blanco.

Por los tropecientos días en blanco que he tenido. Y por los polvos blancos que me recetó la doctora estupenda para mi preocupante (para los que me oyen) tos. Por la cantidad de pelo blanco que soltaba uno de mis gatitos, y he dicho soltaba. Por el color que está cogiendo mi cara desde que regresé de mi paraíso subtropical. Aunque más blanca aún se quedó cuando recibí la noticia de que podía, efectivamente, apuntarme a darle la vuelta a cierto monte que, ¡casualidad! también es blanco, o por lo menos le llaman MonteBlanco. Y también por la cantidad (ingente) de nieve que había hoy en Peñagolosa.

Un enero sumamente blanco.

Los días posteriores (casi las semanas posteriores) al GR10-Xtrem las dediqué a luchar contra la pertinaz tos con la que convivo desde hace tiempo, y de paso a usarla como excusa para no hacer absolutamente nada. La actividad más intensa había sido pillar una bicicas para no tener que andar hasta las tascas. Válgame. Eso fue, ciertamente, una actividad de riesgo, esos frenos, esos ruiditos, ese movimiento de guardabarros....En todo caso, me parece que me paso de caradura si pretendo contar eso como "actividad física". Eso sí, en las tascas le dimos como tres o cuatro vueltas al Mont Blanc.

Por lo tanto...Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes...Dios mío....Sábado, Domingo, Lunes, Martes...Miércoles.... Lalala, lelele y así con todas las vocales posibles de nuestro alfabeto y de los otros.

El jueves seguía con tos y además habían vuelto otros síntomas de resfriado, así que, visto lo visto, decidí que el plan "reposo hasta que se pase" había sido un fracaso absoluto y lo di por finalizado. Esta visto que ni siquiera puedo seguir un plan que consiste simplemente en no hacer nada.

Un Rubens bastante inspirado con esto de tener un objetivo en mente, y la de las piedras con todos sus microbios, o virus, o bacterias, se suben al LandRuben y se van a Xodos a ver la carretera nueva. Y en Xodos se bajan con cuidado de no darse la primera nada más poner pie a tierra, que para algo había hielo por todas partes. Sin embargo el mediodía está precioso, luce un tímido sol de invierno y no sopla viento. Comienza la salida por pista para tomar el GR33 y el Marinet. Aquí ya hay bastante nieve.

En el Plá de la creu el paisaje ya está completamente blanco y quizá hay unos quince centímetros. Y sobre ellos, un intrépido ciclista que viene desde hace mucho rato empujando la bicicleta. Fotos, comentarios y seguimos. Él, a la Banyadera. Nosotros hacia Sant Joan. Sant Joan, el ermitorio, del cual he descubierto hoy que se llama " Santuario de San Juan Bautista de Peñagolosa y santa Barbara". No te acostarás sin saber una cosa más.

Aunque con nieve cambia bastante la percepción del entorno y uno no sabe si está en Laponia o en dónde, conseguimos finalmente ubicarnos y conseguir tomar la senda del Barranco de la Pegunta. Cosa que no es demasiado difícil porque nuestra (de todos) maravillosa conselleria de medio ambiente la ha señalizado a la perfección con un estupendo cartel metálico, que se integra ejemplarmente entre todos esos pinos. Hay otro tipo de materiales que también podrían haberse usado, como el plomo, el amianto, o el uranio enriquecido...

Me pierdo en divagaciones, una vez más....es lo que tiene estar casi dos semanas sin abrir la boca.

La senda está preciosa, absolutamente blanca ya, con los pinos cargados de nieve que la dejan caer sobre nosotros cuando pasamos. Y con el agua que corre cristalina, con su sonido de mil campanitas llenándolo todo. Cabras montesas cruzando de un lado a otro y yo, definitivamente, que estoy perdiendo el norte y empiezo a sentirme como Alicia. Aunque no tengo intención alguna de empezar a comer setas.

A estas alturas ya he pensado alguna vez que ha sido un error garrafal no traerme los guantes. Cuando no da el sol, la sensación de frío es algo intensa. Pero poco a poco, hemos llegado al final del barranco. Empieza, pasado un rato y unos pinos, y un trozo de otro barranco, la subida al pico. Y aunque normalmente eso no cuesta más de veinte minutos, el medio metro de nieve en el que empezamos a meter los pies, hace que tardemos una barbaridad en llegar arriba. Y que además se haga duro, durísimo hacerlo, pese a que la mayor parte del tiempo vamos sobre una huella abierta un rato antes. Y así contado, nuevamente parece que estoy subiendo a vaya usted a saber qué lejana montaña, pero así estaba el panorama y así de congelados tenía los dedos. Arriba el paisaje era espectacular, desde luego valía la pena el esfuerzo de subir, y la risa que nos iba a entrar a la hora de bajar. Al Rubens y a mi. A los dos.

Bueno, no fue para tanto, sólo consistió en ir hacia abajo, recto, con nuestra suerte de zapatillas venidas a esquís y agarrándose una a los pinos con los que estaba cada vez a punto de chocar. Y así bajamos.

Luego decidimos, aprovechando que Rubens conoce el camino, volver por la banyadera y del plà de la Creu tomar la pista de Xodos, para, por lo menos, trotar un ratito. En la banyadera fue imposible, ese medio metro de nieve polvo, sin huella, no daba más opción que la de caminar ligero. La pista de Xodos, sin embargo, sólo tenía pequeños tramos helados y unos pocos centrímetros de nieve, así que la bajamos a un ritmo que, pudiendo llamarlo ritmo de ultra para disimular, prefiero llamarlo trote cochinero de toda la vida. Preciosa salida. 21800 metros. ¡¡¡cinco horas!!! 1715 metros hacia arriba, 1715 metros hacia abajo. Parte de accidentes: Una culada en la nieve, un enclavamiento en un árbol con pinchos y una caida de rodillas en el hielo. Resultados visibles: Un dedo morado. Todas mías.

Y como no tengo (aún) una foto que muestre un pedacito de la belleza que tuvimos hoy delante, dejo dos cancioncitas en blanco y negro. No podía elegir.