11 de abril de 2010

Como si fuera yo Don Quijote (II)... De Ruidera a Valdepeñas

Jueves . Qué frío por la mañana... Salgo rápidamente de la tienda, la desmonto, me visto de ciclista y me voy al bar, que es el sitio más apropiado para organizarse la jornada. El plan Alfonso me envía hoy hasta Valdepeñas, por Ossa de Montiel. Pregunto por algún camino alternativo y... ¿tú llevas ruedas gordas? pues, sí, pero... Pero nada, te metes por el camino del chorro de la Mina, y por alli llegarás a Villahermosa. ¿Voy hacia Ruidera? no, vas por la carretera esta de aquí. ¿hacia Ossa? no. ¿hacia dónde? ¡hacia ninguna parte!.
Semejante conversación no me dejó muy tranquila, no me gustan las cosas que no conducen a ninguna parte, ni las carreteras, ni las discusiones. Pero me convenció que me dijera que el camino que me recomendaba me llevaría por la zona más agreste de las Lagunas, así que puse la amortiguación blandita, y aquel camino cogí. Llevaba quizá unos dos o tres kilómetros - mi forerunner no se encendió aquella mañana- cuando encontré un ciclista de frente. Oportunidad. ¡Hola! este camino lleva a la carretera que va a Villahermosa? no. mmm, vaya ¿y a dónde va? a una carretera. ah...¿y la carretera? ¡a Villahermosa! Hoy debe ser un día raro. Pero te vas a perder. Pues si me voy a perder...me doy media vuelta. No, venga, vamos, que te acompaño, a mi no me importa.
Y para allá que nos fuimos. En breve estuve de acuerdo en que era seguro que me hubiera perdido, el camino estaba anegado a trozos, o se desvanecía o se confundía entre campos abandonados. Y mientras pedaleábamos iba escuchando lo que me contaba el ciclista: "en aquella casa rodó un video Antonio Orozco". "Eso de allí era una central eléctrica" "allí hay una fábrica de esencias"
Finalmente llegamos a la carretera, Pedro me dijo que se llamaba Pedro y desapareció por un camino marrón y polvoriento.
Y comienza la segunda parte del día. La carretera en cuestión era la CR640, que une Ossa de Montiel con Villahermosa, una bonita secundaria sin apenas tráfico que pasaba entre cortijos y viñedos subiendo levemente para volver a bajar, siempre recta, paralela al horizonte. Es curioso que en ese lugar, donde al extender la vista una no divisa más que llanura absoluta, la sensación fuera la misma que cuando, estando en Gran Canaria, miro a casi cualquier punto y veo mar. Encerrada en el centro de la tierra o en mitad del mar, da igual. O quizá es justo lo contrario, y una adquiere la idea obsesiva de querer alcanzar el horizonte. Aunque sabido es de todos que eso no es posible.
En fin, voy a dejar el asunto metafísico para después del pacharán.

Me planté en mitad de la plaza de Villahermosa dispuesta a sacar una panorámica, la iglesia es enorme y majestuosa. Me contaba un paisano que en los alrededores la llamaban " la catedral de Villahermosa", y la verdad es que lo merece.
"venga acá, joven, que la invito a una caña" Y el señor con pinta de ser el más viejo del lugar me muestra la puerta del perdón y el lateral, con sus pilastras y relieves. De la caña, ni rastro, eso sí.
Tras la clarita con limón autofinanciada y el comprar un par de botellas pequeñas de agua, porque la fuente andaba seca y en el bar no vendían botellas grandes, salí por donde se me indicó camino a Villanueva de los Infantes, también llamada Infantes, y que, según cierto estudio de la Complutense vendría a ser el "lugar de la Mancha" de cuyo nombre no quería acordarse Cervantes.
Tras una breve y espontánea charla con otro paisano, curioseo por el pueblo y un rato más tarde lo abandono por la carretera que, tras pasar por Alcublillas, me dejará en Valdepeñas. sólo 34 kilómetros. La entrada es propia de un pueblo grande, ruidosa y gris, con mucho tráfico y poco espacio. Entro en el primer bar que veo a preguntar por el albergue, y allí me contestan alegremente que siga hacia la iglesia y siga dirección al Cristo. Así que me dirijo literalmente al Santo Cristo. Mientras pedaleo y pedaleo pienso si no sería prudente llamar al albergue, que para algo pago internet movil, y mientras lo pienso y lo pienso pasaron un, dos, tres, cuatro cinco seis rampas, como pasaron las semanas de la canción, y cuando estoy en la puerta del albergue, paro y llamo. Y efectivamente ocurre: está cerrado. definitivamente, yo estoy imbécil.
Amablemente me dirigen a un hostal del pueblo, a siete kilómetros hacia atrás. Menos mal que el hostal Valdepeñas resultó ser un sitio ideal para cenar y pernoctar.
96 kilómetros, 17 km/h.

3 comentarios:

Genín dijo...

Me ha encantado el post, te ha salido una redacción especialmente fresca y amena, las otros lo son también, es sello de la casa, pero esta me ha parecido señaladamente fresca...
Besitos y salud

Irene dijo...

Chica, pues por lo que veo estuviste la mar de entretenida!!
Sigue, que tengo ganas de ver cómo termina esto...

depiedraenpiedra dijo...

gracias!! :)

La verdad, veloz es que yo me entretengo con una tiza que me den..así que imagínate con la de cosas que había que ver... :) Terminó conmigo con dolor de gemelos tres días más tarde...