tres más una, cuatro

La siguiente salida en bicicleta fue al día siguiente, que era lunes. Estaba yo un poco preocupada, porque Bartolo me había dejado las piernas como una pareja de palos inútiles y rectos. Pero una no puede dejar escapar la oportunidad de que la saquen de paseo, así que sin meditar demasiado, me dejé llevar.

Aquellos dos salían cada uno de su casa, y nosotros los pasamos en coche, metiéndoles prisa dándoles ánimo, en algún punto de la carretera que lleva a Vallat. Y desde Vallat salimos los cuatro, rumbo a Montanejos por la carretera de Montanejos de toda la vida. La de las subiditas, las bajaditas y las metas volantes. A partir de Montanejos era donde se complicaba el asunto, pero a partir de donde se hacía más bonito. Ambas cosas suelen ir unidas.

¿no había otro día para hacer ésto?

Bonito nombre para un puerto. Un día lo marcaremos. En la subida a Zucaina al ciclista sólo le faltó engancharme a su bici con una goma. Mientras, del Meditante y el Fugado no se veía ni la estela. Y yo que me hubiera bajado de la bici de haber podido sacar el pie del pedal.

Al rato, aparecía el Meditante contando historias de ovejas y pastores que nunca llegamos a ver y que a mi me parece que fueron alucinaciones provocadas en su intento de seguir al Fugado, que, definitivamente, se fugó y nos esperó bajo un árbol en la entrada a Zucaina.

Almuerzo. Café. Y seguir.

Subida a Castillo de Villamalefa y bajar por Ludiente. Ludiente fue el primer pueblo que conocí de la provincia: fue en una boda allá por 2002. La boda de Vicky y Alejandro. Ese día me di cuenta de que esta provincia era un sitio que tenía que descubrir. Y eso voy haciendo.

Ahora que miro el mapa, me doy cuenta de que hay unas cuantas pequeñas carreteras que quizá deberíamos investigar. Lo dejaré caer.

Argelita, y de vuelta en Vallat. Qué buena salida, qué

bien me lo paso y qué paciencia tienen. 76,57km.

El jueves no sé qué se me pasó por la cabeza, que, bien entrada la tarde, me vestí de ciclista y salí de casa rumbo a la Magdalena. Y allí en la Magdalena me di cuenta de dos cosas: una que el fore se me había apagado por cuarta vez en seis kilómetros y que presumiblemente había llegado el fin de sus días. La otra, que me apetecía horrores subir el desierto.

Y a ello me puse. Con paciencia y una caña...

Y muy poco a poco fui subiendo, pensando en cada curva cómo era la siguiente, porque esa debe ser la única carretera del mundo que me se de memoria a fuerza de hacerla en coche, en bici de montaña, andando o trotando. Desde luego la percepción desde una bici de carretera es bastante diferente, quizá cuando la pendiente se pronuncia sea más duro, pero es infinitamente más agradecida en los descansos. Así que llegué arriba, en 31 minutos, bastante sorprendida y en plena conciencia de mis facultades. Pues ya está. Pero no estaba, porque quedaba bajar, y el desierto por Benicassim tiene unas cuantas curvas en herradura que me preocupan bastante. No obstante, cambio, y bajo. Y abajo había mucha gente con colchonetas hinchables y música. Que bien, han venido a celebrarlo conmigo, qué amables. O no. Puede ser que ese día empezara el FIB. Sí, debe ser eso, mi gozo en un pozo.

El viernes aprovechamos las vacaciones del Fugado y nos vamos a empezar la salidita ciclista del día desde La Barona. Miedo me dan cuando se juntan estos dos, y hoy no ha venido la única persona con sentido común de este grupo. Creo que estoy perdida.

Salimos hacia el mas de Picando, que por supuesto, como su nombre indica, está en una carretera que va picando hacia arriba.<risas enlatadas< JEJEJE<\risas enlatadas>

Total que mientras vamos picando picando, el ciclista me informa de que estamos subiendo un puerto, que es algo que me alegra, por eso de que subir cosas con nombre parece más intrépido que subir cuestas anónimas. Así que llegamos al Coll de la Bassa. Y de ahí, a Atzeneta.

Y si en Atzeneta estaba preocupada por la subida a Benafigos, seguro que era porque no tenía ni idea de lo que nos esperaba después. Porque hasta Benafigos ni fue tan mal, que no quiere decir que subiera una sobrada, ni rápido ni ná, pero sí suficientemente tranquila como para poder exclamar alguna cosa de vez en cuando. De pronto, ya habíamos llegado al pueblo, que, efectivamente, estaba encima de una montaña. Subimos hasta el Collao y llegamos a un punto donde podíamos elegir Atajo o Muerte. Y, para variar, escogimos muerte.

Al principio parecía fácil, y yo iba normal. Ni bien, ni mal, normal. Luego se empezó a complicar. Y luego...un poco más. Y llegó un momento en que me dolía tanto la espalda que pensé que se me iba a salir algo de sitio. Pero bueno, digamos que llevar al Fugado tranquilo delante hacía la cosa un poco más llevadera. Llego a ir sola y me doy media vuelta.

Cuando la cosa se suavizó divisamos Xodos allá a lo lejos, y fue muy agradable descubrir que, efectivamente, estábamos por encima. Aunque eso hay veces que no quiere decir que el camino fuera cuesta abajo. Sin embargo, lo que sí fue, es bonito. Llegamos a Xodos, repostamos agua y continuamos. El día estaba fresco, no era un típico día de Julio. Menos mal.

Bajamos de Xodos a Atzeneta, que maravilla. Qué descanso, qué alegría. Voy un poco más suelta bajando, así que estos descensos ya no son una tortura. Me han girado un pelín el manillar, creo que debería notar algo....pero....me parece que soy una insensible.

Se nos está haciendo corta la vuelta, optamos por subir a Les Useres, y de ahí, rectos a La Barona, con los dos delante y yo medio tapada intentando seguirles. Menos mal que se dejan.

Y tras el (su, de ellos) sprint final (de muchos) , llegó el ataque definitivo: el ataque al bar.

74,82 km.