15 de septiembre de 2011

TMB y V: de Champex a Les Houches

Salimos de Champex casi huyendo de allí. Viva la Suiza neutral, como cantaba Aute en el 76.
En algunos supermercados de la suiza neutral ocurre lo siguiente:
Supongamos que una lata de atún marca, por ejemplo, "2".
¿2 qué? Pues DOS francos suizos o DOS Euros, lo que a usted mejor le venga. Dos francos suizos son 1,6 euros. Pero si usted no tiene francos suizos, y va a pagar con euros, pues para usted la lata de atún suizo costará 2 euros. Pero ocurre que no se aceptan monedas, con lo que, como mínimo, usted, y yo, deberemos pagar con un billete de 5 euros. Como ellos no tienen monedas sueltas de euro, le devolverán en francos suizos. ¿cuántos francos suizos? pues lógicamente 5-2= 3 francos suizos, que al cambio son 2,40 euros. Con lo que la dichosa lata de atún, bonito del norte en el mejor de los casos, termina costándole a usted, y a mi, 5-2,40=2,60 euros. O lo que es lo mismo, 3,15 Francos suizos.
Para todo lo demás, mastercard.

Lo primero que vimos al salir de Champex fue un estupendo y bonito refugio metido entre árboles. En fin, no estuvo tan mal el camping. Luego comenzaba la ascensión a Bovine, remontando un río, una cascada, en un duro zigzag que me pareció una de las partes más bonitas del Tour. Allí saqué la última foto del día. Adios a esas pilas, a las otras pilas, a la cámara del movil y al cargador. En los Alpes y sin sacar fotos.
En Bovine sí hay refugio. Refugio con camas, tartas de buena pinta y unas chicas poco amigables.
En La Forclaz intentamos comprar pilas, mas sólo vendían sanbernardos de peluche.
No sé en qué momento decidimos no subir Catogne, pero en lugar de eso decidimos rodear por el fondo del valle, y nos vimos de pronto andando por una carretera en la que, a ratos, aparecía alguna señal del UTMB o de la CCC. Echando una mirada al mapa tuvimos a bien buscar Les Esserts y la frontera con Francia. Y lo encontramos gracias a una señora amable con perro, que nos indicó amablemente el camino. De esta manera llegamos a Vallorcine, y de ahí, tras andar un poco más, al coll des Montets. A esas alturas ya sabíamos que no era apropiado, ni prudente, dedicarnos a subir Tête aux vents, así que bajaríamos a Agentiere, y allí tomaríamos un estupendo y cómodo tren hasta Les Houches.
Con esa idea en la cabeza reemprendía Oscar el camino, mientras yo contaba algunos pasos y sacaba algunas cuentas sin dejar de maldecir el no poder sacar ni una foto. Adiós a mi memoria.
En Argentiere había tren. Y supermercado. Y una oficina de turismo en la cual me aseguraron que existía un camino que conducía fácilmente hasta Chamonix.
El glaciar des Bossons se veía tan cerca, tanto. Era tan triste coger un tren a esas alturas, cuando estábamos tan cerca...
Óscar se levantó del banco de la estación de tren y se fue hacia el camino indicado.
Seguíamos.

El camino no era hacia abajo, pero tampoco era duro. Iba cerca de las vías del tren, unos metros más arriba, sumergido en un precioso bosque encantado, con sus árboles con musgo, sus piedras redondas, sus sombras y sus luces.

Llegamos a Chamonix descartando los mil caminos que conducían a La Flegère, cuando ya anochecía. Recorrimos brevemente el pueblo, que comenzaba a recogerse, y seguimos por el camino hacia Les Houches, ya con el frontal encendido.
Ya no hablábamos y Roma se había convertido en dos extraños puntos verdes que nos esperaban en cada curva.
Un rato más tarde, llegábamos al teleférico de Les Houches, y a la furgoneta. Y al final del Tour. De la penúltima piedra.

54,55 kilómetros, 13 horas 20 minutos. Y tanta, tanta belleza...


No hay comentarios: